Serie de pinturas

2018.

--

Los árboles y las plantas construyen, en un contexto caótico de una sociedad urbana industrializada, pequeños espacios de calma que se convierten en santuarios en los que nuestra humanidad más sencilla e ingenua puede ser rescatada con la simple contemplación del viento sobre las hojas o de la caricia del sol que pinta de color cada tronco. Se trata, entonces, de la construcción de un oasis espacial y temporal que le permite al espíritu despojarse de todas las máscaras y ataduras que la sociedad le ha impuesto y, de esta forma, puede abandonarse a sus sensaciones. Ese momento sagrado de ruptura que experimento cuando, tras un día pesado, puedo sentarme en mi jardín a ver el leve movimiento de lo vegetal, mientras con mis manos al aire dejo de lado la armadura de todo lo que me siento obligada a ser, es, para mí, exactamente igual al hacer de la pintura, pues es un medio en el que mi yo más salvaje, pero a la vez más ingenuo, puede salir y correr sin ataduras por los infinitos caminos del color.
Back to Top